domingo, 23 de febrero de 2014

Por cuatro esquinitas de nada. UN CLÁSICO

UNA GRAN VERDAD

miércoles, 19 de febrero de 2014

Ken Robinson sobre la crisis de la educación

El sistema educativo ¿es anacrónico?

Capítulo del programa “Redes” que te hace pensar y cuestionar muchas cosas:

“CUERDAS”: premio Goya al mejor corto de animación

Precioso y conmovedor.

5 palabras que harán que tus hijos disfruten de la comida

Es la hora de cenar y mi hijo de 4 años está concentrado en sus juegos. Cuando le aviso de que la cena está lista, él también me avisa con su: "No quiero cenar, mamá". 

Y entonces yo le digo las cinco palabras que evitan la batalla en torno a la comida en la que él quiere que entre: "No hace falta que comas". 

Esta es una de las reglas en nuestra casa, que va seguida de otra norma que todo el mundo aplica. Le digo que la cena consiste en estar en familia, y no solo en comer, así que todos nos tenemos que sentar a la mesa. 

Nueve de cada diez veces, cuando ya se ha sentado, come algo de lo que tiene en el plato. 

Por qué es tan importante evitar las batallas sobre la comida

Mi problema con este tipo de luchas es que siempre hay un ganador y un perdedor. Si el padre gana, entonces pierde el niño, y si el niño gana, él se lleva todas las cartas. Ninguna de las situaciones resulta beneficiosa. 

Cuando convertimos la comida en algo que opone la voluntad del padre frente a la del niño, se pierden la alegría y el vínculo que crean las comidas. Algunos padres pueden ganar la batalla y sentirse bien cuando el niño come en la forma en que ellos quieren que lo haga. Sin embargo, el niño puede estar lleno de resentimiento en su interior, pues se está comiendo los guisantes para agradar a sus padres, y no porque disfrute comiéndoselos. 

De hecho, un estudio de 2008 publicado en el Journal of Nutrition Education and Behavior descubrió que los padres que presionaban a sus hijos o les ofrecían recompensas para que comieran frutas y verduras conseguían que los niños les hiciesen caso en ese momento, pero también provocaba que en el futuro esos niños ingirieran menos productos saludables. 

Haz que no haya perdedor

Lo que más me gusta de la organización de Ellyn Satter sobre la responsabilidad en la alimentación es que distribuye entre padres e hijos tareas específicas referentes a la alimentación. Los padres son los encargados de decidir qué se sirve en cada comida, cuándo y dónde. Los niños se encargan de elegir qué van a comer y cuánto de lo que les ponen en el plato. 

Por eso, cuando mis hijos se quejan por lo que he cocinado, siempre les recuerdo que tienen la opción de no comérselo. Y me aseguro de incluir al menos una o dos cosas que probablemente acepten. Esto les da algún tipo de control, diluye la tensión y les anima a probar la comida (lo cual difiere mucho de la estrategia de "o comes esto, o te quedas sin comer"). 

¿No es suficiente que los padres tengan que planear y comprar la comida, prepararla y servirla? Si además se cargan con la responsabilidad adicional de que sus hijos coman, el proceso se vuelve aún más penoso. Lo mismo sucede cuando los niños adoptan el trabajo de sus padres sobre la decisión de las comidas. No es agradable que el niño te diga lo que hay que cocinar y que te mantenga secuestrado porque sabe que él tiene todo el poder. 

Supera el miedo

He descubierto que dar a los niños la libertad de elegir entre lo que tienen en el plato no solo resulta complicado para los padres; además les produce mucho miedo. ¿Qué pasa si solo comen pan? ¿Qué pasa si dicen que tienen hambre antes de irse a la cama? 

Como experta en nutrición de la familia, ayudo a los padres a comprender por qué los niños se comportan de esa manera cuando se trata de la comida. Creo que esta información no solo alivia a los padres (y reduce su culpa), sino que les ayuda a entender por qué son mejores los hábitos que eliminan la presión en las comidas.
Por ejemplo, sé que mi hijo está experimentando un crecimiento y unos cambios cognitivos lentos, lo que significa que tiene poco apetito y que es más selectivo con las comidas. Sé que sacia sus necesidades nutricionales y que normalmente come mejor en el desayuno y a mediodía (además de algún tentempié que le doy entre horas), de modo que estoy tranquila cuando llega la hora de la cena. Y sé que saldrá de esta fase de resistencia al igual que lo hizo su hermana mayor. 

Por otra parte, la edad preescolar es una etapa en la que los niños empiezan a tomar la iniciativa con tareas diarias, entre ellas, con las comidas. Los niños que tienen permiso para tomar decisiones una vez que tienen el plato en la mesa tienden a sentirse bien mientras comen. No obstante, los niños que no tienen permiso para decidir, y que se ven inmersos en discusiones, pueden desarrollar un sentimiento de culpa en torno a la comida, lo que da lugar a una falta de confianza y de disfrute. 

Desde mi experiencia y mi conocimiento sobre la alimentación, afirmo que los padres pueden evitar las batallas acerca de la comida, confiar en que sus hijos acabarán aceptando la comida a su propio ritmo y hacer de las comidas en familia una forma de apoyar a los niños en este proceso. 

A pesar de que estas cinco palabras (no tienes por qué comer) produzcan temor, son la clave para que tenga lugar la transformación. 

 
AUTORA: Maryann Jacobsen
TRADUCCIÓN: Marina Velasco Serrano 
 
FUENTE: http://www.huffingtonpost.es/maryann-jacobsen/estas-5-palabras-seran-el_b_4744780.html

martes, 18 de febrero de 2014

¿Son los niños de ahora más inmaduros? Consecuencias de la SOBREPEOTECCIÓN

Educar no es envolver en plástico de burbujas. Amamos a nuestros hijos y nuestro objetivo en la vida es brindarles la mejor educación y el mejor futuro que nos sea posible pero, a veces, los padres también nos excedemos en nuestros cuidados.
Sobreprotección
Esto es lo que opinan los expertos que han comprobado en numerosos estudios que la actitud sobreprotectora de muchos padres llega a afectar al desarrollo de sus hijos. 

Los padres tienen un papel fundamental en el aprendizaje emocional de sus hijos. Las emociones negativas son un aspecto necesario en el viaje del niño y debe ser él mismo el que se enfrente a ellas y las resuelva.

La sobreprotección no se les deja crecer ni desarrollar su autonomía y los convierte en adultos inseguros, miedosos, estresados, dependientes de los demás y con poca tolerancia de la frustración, además de problemas en sus relaciones sociales.

Por ejemplo, el hecho de no dejar que coman solos para evitar que se manchen les dificultará el aprendizaje del manejo de la cuchara y el tenedor. Interceder siempre cuando hay una discusión con otro niño y darles la razón sin establecer un diálogo les impedirá actuar por si mismos en un futuro y hará más difícil la empatía.
No es cuestión de dejar que el niño resuelva solo todos los problemas que se presenten, sino que los mayores le tratemos de acuerdo a su edad y sepamos cuándo podemos permitirle hacer las cosas solos (experimentar con la comida, aprender a vestirse…).

El contacto y juego con otros niños sin la presencia permanente de los adultos, por ejemplo, le beneficiará en el desarrollo de sus habilidades sociales y le enseñará a compartir y respetar a los demás. Si, además, le pedimos su opinión y dejamos que exprese sus pensamientos estaremos favoreciendo el pensamiento crítico y la toma de decisiones.

Otro de los problemas proviene de ofrecerle al niño todo lo que quiere, incluso antes de haberlo pedido. Es normal que nos haga felices poder cumplir todos los deseos de nuestros pequeños y que nos encante la sonrisa que nos dedican cuando le regalamos algo que quería, pero hay que tener en cuenta que recibir absolutamente todo lo que  pide le generará problemas de frustración cuando crezca. En lugar de darle todo lo que demanda lo ideal es dosificar y enseñarle el valor del esfuerzo. Si nosotros mismos les hacemos ver que existe cierta dificultad y trabajo detrás de cada cosa acabarán siendo responsables e interiorizando esa idea.

Por ejemplo, cuando nos piden un nuevo juguete y no hace ni una semana que le compramos el último, lo ideal es dialogar con ellos y hacerle ver que ya tiene cosas con las que jugar, enseñarle a conformarse y a valorar lo que tiene en casa. Si de verdad quiere lo que nos está pidiendo sería bueno que se lo ganara, por ejemplo, ayudándonos en casa o realizando alguna tarea extra que nosotros consideremos.
Algunos padres compensan las necesidades que pasaron de pequeños colmando a sus hijos de atenciones y sobre protegiéndolos, pero cualquier cosa, en exceso, no tiene efectos positivos.

FUENTE: http://blog.babydeli.com/2013/04/26/son-los-ninos-de-ahora-mas-inmaduros-consecuencias-de-la-sobreproteccion/