sábado, 17 de septiembre de 2016

Regalar emociones

Un artículo de Lucía Galán, pediatra:

“Cuando estábamos a punto de terminar la consulta, la madre le pregunta a su marido.

  • ¿Qué más? ¿Qué más? ¿Se nos queda algo en el tintero? ¿Tú no querías preguntarle lo de los juguetes?
  • ¿Juguetes?- pensé rápidamente.
  • ¡Ah sí! ¡Cierto! Los juguetes. Nuestra hija no puede tener más juguetes, pero es que además no solo no le entran en la habitación sino que además no les hace ni caso. Que se ha portado bien, un juguete; que vienen los abuelos, un juguete; que viene su tío, un juguete… ¡Estoy agobiado! ¡Algo estamos haciendo mal!

No nos damos cuenta pero premiamos continuamente a nuestros hijos con objetos materiales o con comida:

  • Si te portas bien en la consulta, te compraré el huevo kínder- escuché ayer mismo a una madre. Sus palabras me rechinaron tanto como cuando al profesor se le iba la tiza en el encerado y hacíamos todos “Sssssssss” tapándonos los oídos y apretando con fuerza la mandíbula.
  • ¿Te gusta el cochecito que tiene aquí Lucía? Venga, si no lloras, ahora mismo vamos a por uno.
  • Este fin de semana vienen los abuelos, si os portáis bien os comparé un regalo.
  • Papá y mamá se van de fin de semana, si sois buenos os traeremos muchos regalitos.
  • Si sacas buenas notas tendrás lo que pides.
  • Si te comes todo lo del plato, tendrás un premio.
  • Si te callas y dejas de llorar, te daré las galletas de chocolate.

O peor aún, en ocasiones he escuchado:

  • Cariño, anda, haz lo que te he pedido, no me hagas repetírtelo más veces.
  • Vale, mamá, pero ¿Qué me das a cambio?

¿Qué os parece? Vivimos en una sociedad consumista en la que ya no se reparan las cosas sino que simplemente se reemplazan, se compran otras nuevas. Nuestros hijos no valoran la cantidad de juguetes que tienen ni mucho menos el esfuerzo que supone comprarlos. Hace tiempo que me negué a hacer regalos porque sí a mis hijos, o al menos grandes regalos. He descubierto que con los pequeños “detallinos” que les traigo a los niños cada vez que viajo, he hecho de ellos unos fetichistas en potencia.

Ambos tienen una estantería con “recuerdinos”: un imán de un viaje a Barcelona que dice “Los besos, todo lo curan”, un pequeño troll de los deseos para hablar con él por las noches antes de acostarse, una bonita postal que les recuerde el precioso lugar que hemos visitado y al cual quizá no volveremos o un marcapáginas para que, cada vez que leamos un cuento, se acuerden de mí. Aunque lo que más me gusta es regalar experiencias.

  • Chicos, os habéis portado tan bien y mamá está tan contenta que os voy a regalar una tarde de cine juntos! – los niños dan botes de alegría, muchos más que si les hubiese regalado el último modelo de su juguete favorito con el que jugarán dos, a lo sumo 3 días antes de enterrarlo en el “baúl de los juguetes muertos”.
  • ¡Estoy tan orgullosa de ti por el esfuerzo que has hecho que hoy, tú y yo, nos vamos a comer  para celebrarlo!

Tenemos que premiar el esfuerzo más que los resultados, y premiarlo con tiempo juntos, tiempo del bueno, en exclusiva, de calidad.

  • Hoy has hecho todos los pipís en el baño, ¡como los niños grandes! Eso se merece una tarde juntos en el sofá viendo el último capítulo de la patrulla canina! ¿Vamos?

No hay mejor regalo para nuestros hijos que el tiempo.Resultado de imagen de mother daughter moments

Cambiemos el chip, cambia lo material por lo emocional. Hace unos días, mis hijos entraron en mi habitación una mañana de domingo. Intentaron ser todo lo silenciosos que pueden ser unos niños de su edad, que es poco, pero yo me hice la dormida. Cuando sus caritas estaban frente a la mía, cuando pude sentir su respiración sobre mí y sus risas contenidas,  entonces abrí los ojos:

  • ¡Qué sorpresa más bonita! ¡Los dos aquí! ¡Buenos días, chicos!
  • Buenos díassssss- gritaron los dos a la vez.
  • Hoy tenemos un regalo para ti- se adelantó mi hija, la portavoz de la familia.
  • ¿No me digas? – le dije abriendo los ojos de par en par mientras le apartaba un mechón de pelo de la frente.
  • Siiii- añadió mi hijo- ¡te hemos preparado el desayuno!

    Y efectivamente, habían puesto la mesa, con el mantel que a mí me gusta, habían cortado fruta, de aquella manera, pero lo habían hecho; habían tostado hasta el pan y habían intentado incluso hacerme un café en la cafetera aunque de café tenía poco (sospecho que se les olvidó la cápsula). No importaba, me supo a gloria.

    • Se están haciendo mayores- pensé con añoranza mientras saboreaba un café sin café y unas tostadas sin tostar.
    • Es que las sacamos enseguida mami, para que no se nos quemaran- intentó explicarse mi hija.
    • Son las mejores tostadas que he tomado en mi vida, cariño. ¡Gracias por este súper regalo!

    Sus caras no podían reflejar más felicidad, más orgullo, más grandeza. Sí, se sentían grandes porque habían hecho algo grande.

    Así que ya tengo por costumbre cada vez que salimos a comer decir: “venga, hoy salimos a comer, hoy invita mami”. Y realmente lo ven como un regalo y no como un derecho a salir a comer los fines de semana.

    Desde aquí reivindico también los regalos emocionales con nuestras parejas: un fin de semana fuera de casa, una noche por ahí perdidos, una cena sorpresa, un bono canjeable por un buen “masaje casero” (que es gratis); un vuelo low cost a cualquier lugar, ya buscaremos más adelante el hotel, un minicurso de catas de vinos, lo que sea, pero que sea inolvidable.

    Porque una olvida todos y cada uno de los regalos materiales que ha recibido durante sus cumpleaños, pero lo que no olvidamos son los momentos que nos han conmovido, que nos han hecho sentir y que nos han emocionado. Esos permanecen en nuestra memoria intactos, inquebrantables y ajenos al paso del tiempo.”

    Fuente: http://luciamipediatra.com/regalas-juguetes-regalo-emociones/

lunes, 27 de junio de 2016

LOS 4 EXCESOS DE LA EDUCACIÓN MODERNA QUE TRASTORNAN A LOS NIÑOS

Un artículo de Jennifer Delgado Suárez, psicóloga.


“Cuando nuestros abuelos eran pequeños, tenían solo un abrigo para el invierno. ¡Solo uno! En aquella época de vacas flacas, incluso tener un abrigo se consideraba un lujo. Por eso, los niños lo cuidaban como un bien precioso. En aquellos tiempos se solía tener lo mínimo indispensable. Y los niños eran conscientes del valor y la importancia de sus cosas.


Mucha agua ha corrido bajo el puente desde entonces y nos hemos convertido en personas más sofisticadas. Nos gusta tener muchas opciones e intentamos que nuestros hijos tengan todo lo que desean y, si es posible, mucho más. Sin embargo, no nos damos cuenta de que al mimarles excesivamente contribuimos a crear un ambiente en el que pueden proliferar los trastornos mentales.


De hecho, se ha demostrado que un exceso de estrés durante la infancia aumenta las probabilidades de que los niños desarrollen problemas psicológicos. Así, un niño sistemático puede ser empujado a desarrollar un comportamiento obsesivo y un pequeño soñador puede perder su capacidad para concentrarse.


En este sentido, Kim Payne, profesor y orientador estadounidense, llevó a cabo un experimento muy interesante en el cual simplificaron la vida de los niños diagnosticados con un Trastorno por Déficit de Atención e Hiperactividad. Al cabo de tan solo cuatro meses, el 68% de estos pequeños habían pasado de ser disfuncionales a ser clínicamente funcionales. Además, mostraron un aumento del 37% en sus aptitudes académicas y cognitivas, un efecto que no pudo igualar el medicamento más prescrito para este trastorno, el Ritalin.


Estos resultados son, en parte, extremadamente reveladores y, por otra parte, también son ligeramente atemorizantes ya que nos hace preguntarnos si realmente les estamos proporcionando a nuestros hijos un entorno sano desde el punto de vista mental y emocional.  ¿Qué estamos haciendo mal y cómo podemos arreglarlo?

¿Cuando mucho se convierte en demasiado?
A inicios de su carrera, este profesor trabajó como voluntario en los campos de refugiados, donde tuvo que lidiar con niños que sufrían estrés posttraumático. Payne apreció que estos niños se mostraban nerviosos, hiperactivos y continuamente expectantes, como si algo malo fuera a pasar de un momento a otro. También eran extremadamente cautelosos ante la novedad, como si hubieran perdido esa curiosidad innata de los niños.


Años más tarde, Payne apreció que muchos de los niños que necesitaban su ayuda mostraban los mismos comportamientos que los pequeños que provenían de países en guerra. Sin embargo, lo extraño es que estos niños vivían en Inglaterra, por lo que su entorno era completamente seguro. Entonces, ¿por qué mostraban síntomas típicos del estrés postraumático?


Payne piensa que aunque los niños de nuestra sociedad están seguros desde el punto de vista físico, mentalmente están viviendo en un entorno similar al que se produce en las zonas de conflictos armados, como si su vida peligrara. Estar expuestos a demasiados estímulos provoca un estrés que se va acumulando y obliga a los niños a desarrollar estrategias para sentirse a salvo.


De hecho, los niños de hoy están expuestos a un flujo constante de información que no son capaces de procesar. Se ven obligados a crecer deprisa ya que los adultos colocan demasiadas expectativas sobre ellos, haciendo que asuman roles que en realidad no les corresponden. De esta manera, el inmaduro cerebro de los niños es incapaz de seguir el ritmo que impone la nueva educación, y se produce un gran estrés, con las consecuencias negativas que este provoca.


Los cuatro pilares del exceso
Como padres, normalmente queremos darle lo mejor a nuestros hijos. Y pensamos que si un poco está bien, más será mejor. Por eso, ponemos en práctica un modelo de hiperpaternidad, nos hemos convertido en padres helicóptero que obligan a sus hijos a participar en una infinidad de actividades que, supuestamente, les preparan para la vida.


Por si no fuera suficiente, llenamos sus habitaciones de libros, dispositivos y juguetes. De hecho, se estima que los niños occidentales tienen, como media, 150 juguetes. Es demasiado, y cuando es demasiado, los niños se sienten abrumados. Como resultado, juegan de manera superficial, pierden el interés fácilmente por los juguetes y por su entorno y no desarrollan su imaginación.


Por eso, Payne afirma que los cuatro pilares del exceso sobre los cuales se erige la educación actual de los niños son:
1. Demasiadas cosas
2. Demasiadas opciones
3. Demasiada información
4. Demasiada velocidad


Cuando los niños son abrumados de esta forma, no tienen tiempo para explorar, reflexionar y liberar las tensiones cotidianas. Demasiadas opciones terminan erosionando su libertad y les roba la oportunidad de aburrirse, que es fundamental para estimular la creatividad y el aprendizaje por descubrimiento.


Poco a poco, la sociedad ha ido erosionando la maravilla que implica la infancia, hasta tal punto que algunos psicólogos se refieren a este fenómeno como “la guerra contra la infancia”. Basta pensar que en las dos últimas décadas los niños han perdido una media de 12 horas semanales de tiempo libre. Incluso los colegios y las guarderías han asumido una orientación más académica.


Sin embargo, un estudio realizado en la Universidad de Texas ha desvelado que cuando los niños juegan deportes bien estructurados se convierten en adultos menos creativos, en comparación con los pequeños que han tenido mucho tiempo libre para jugar. De hecho, los psicólogos han notado que la forma de jugar moderna genera ansiedad y depresión. Obviamente, no se trata solo del juego más o menos estructurado sino también de la falta de tiempo.


Simplificar la infancia
La mejor manera de proteger la infancia de los niños es decir “no” a las pautas que la sociedad pretende imponer. Se trata de dejar que los niños sean simplemente eso, niños. La vía para proteger el equilibrio mental y emocional de los niños consiste en educar en la simplicidad. Para lograrlo es necesario:
- No atiborrarles de actividades extraescolares que, a la larga, probablemente no le servirán de mucho.
- Dejarles tiempo libre para que jueguen, preferentemente con otros pequeños o con juguetes que puedan estimular su creatividad, no con juegos estructurados.
- Pasar tiempo de calidad con ellos, es el mejor regalo que pueden hacerles los padres.
- Crear un espacio de tranquilidad en sus vidas donde puedan refugiarse del caos cotidiano y aliviar el estrés.
- Asegurarse de que duermen lo suficiente y descansan.
- Reducir la cantidad de información, asegurándose de que esta sea comprensible y adecuada a su edad, lo cual implica hacer un uso más racional de la tecnología.
- Simplificar su entorno, apostando por menos juguetes y cerciorándose de que estos estimulan realmente su fantasía.
- Disminuir las expectativas sobre su desempeño, dejándoles que sean simplemente niños.


Recuerda que los niños tienen toda la vida por delante para ser adultos, mientras tanto, deja que sean niños y disfruten de su infancia.”

Fuente: http://www.laeducacioncuantica.org/educacioncuantica/SEducacionCuantica?PN=16&PE=2&WEBLANG=1&NOTICIA=526

domingo, 8 de mayo de 2016

Los padres no están para servir a sus hijos. No son sus súbditos

Entrevista muy interesante a la psicóloga infantil Silvia Álava :

“Los padres de hoy lo tienen más difícil que nunca. Porque se les junta que es verdad que están muy preparados a nivel profesional pero luego tienen un nivel de exigencia altísimo. A los padres de hoy en día se les exige prácticamente que sean perfectos en todas las facetas de su vida, incluida la paternidad. Pero es que la sociedad también exige a los niños que sean perfectos. Los niños desde bien pequeños ya tienen que estar apuntados a idiomas, a algún deporte, sacar unas notas estupendísimas… Creo que debemos relajarnos, intentar disfrutar de la paternidad, y que los niños disfruten de la niñez. Los padres deben ya no solo trabajar ese sentimiento de culpabilidad, sino también que somos imperfectos. Deben asumirlo. Lo van a hacer lo mejor posible, pero nunca hay que buscar ser el padre perfecto, porque el padre perfecto y la madre perfecta no existen.”

LEER ARTÍCULO COMPLETO

martes, 3 de mayo de 2016

Cómo potenciar el desarrollo cerebral de los niños

Aquí tenéis un vídeo muy interesante sobre cómo potenciar un correcto desarrollo del cerebro de los niños. Álvaro Bilbao, neuropsicólogo y autor del libro El cerebro del niño explicado a los padres, explica las cuatro ideas fundamentales para ayudar a nuestros hijos a cuidar su cerebro: el amor, que no debemos confundir con la sobreprotección, el ejercicio físico para oxigenar bien el cerebro, la nutrición neurosaludable y la gestión del estrés y el autocontrol.

Para los que seáis más “visuales” que “auditivos” y preferís leer sobre el tema, aquí tenéis un buen resumen de la ponencia:

http://www.gestionandohijos.com/alvaro-bilbao-neuropsicologo-si-queremos-hijos-felices-hay-que-ensenarles-a-navegar-en-tempestades/

miércoles, 4 de noviembre de 2015

Jugar afuera cuando hace mal tiempo

Comparto este artículo sobre los beneficios de jugar al aire libre, incluso cuando llueve o hace frío.

“A veces me pregunto cómo puede ser que en un país con el nuestro, al sur de Europa, en el que gran parte del año hace buena temperatura, los niños salgan menos a la calle que en los países nórdicos. Especialmente cuando llueve o hace frío… las calles quedan desiertas de niños. Y, aunque parezca contradictorio o extraño… creo que ese es precisamente el quid de la cuestión, estamos acostumbrados al buen tiempo y en cuanto caen 4 gotas nos encerramos en casa.

El 50% de mi ADN es holandés y he podido comprobar que en ese país, Holanda, los niños están muchísimo más tiempo en el exterior que aquí. Usan menos coche, van siempre en bici incluso cuando llueve, juegan en los parques estén mojados, secos, haga frío o calor… se trata sencillamente de ir vestido adecuadamente y dejar los miedos a los resfriados a un lado (más adelante te digo el porqué).

Es posible que pienses, sobre todo si vives en zonas poco lluviosas de la Península, que para qué van a salir los niños cuando llueve o hace mucho frío, total, son pocos días al año, ya saldrán cuando haga sol. Pero creo sinceramente que es importante que salgan a fuera haga el tiempo que haga, ello les hace más resilientes y adaptables a los cambios en la vida. “Vaya, ¿hoy llueve? Síiiii, bieeen, llueve, podremos saltar charcos, pintar con barro, mojarnos la cara con agua de la lluvia…“. Los niños aprenden así a ver el lado positivo de los cambios de las situaciones, en este caso, el lado positivo de las inclemencias del tiempo.

PERO QUÉ BENEFICIOS TIENE SALIR AFUERA CUANDO LLUEVE O HACE FRÍO?

1. DA LA OPORTUNIDAD A LOS NIÑOS AUTORREGULARSE. Favorecer que los niños jueguen en el exterior en cualquier época del año permite a los más pequeños sentir el frío y el calor, valorar si van demasiado abrigados o demasiado poco, aprendiendo así a vestirse por sí mismos para cada estación.

Además, hace poco leí (no recuerdo dónde, lo siento mucho) que cuando llueve es importante no decir inmediatamente a los niños “coge el paraguas para salir”. Con anunciar que llueve es bastante. Ellos pensarán, entonces, que necesitan un paraguas, un chubasquero, botas… Si deciden salir sin nada, probablemente comprobarán que se están mojando y volverán a buscar lo que necesitan. Es una forma de potenciar su autonomía y de darles la oportunidad de empezar a cuidarse por sí solos.

2. LOS NIÑOS SE VUELVEN MÁS ADAPTABLES Y RESILIENTES. Los estudios que han valorado el aprendizaje en las escuelas del bosque concluyen que el hecho de que los niños desarrollen gran parte del día al aire libre, con independencia de las condiciones metereológicas, hace que éstos sean más resilientes y se adapten mejor a los cambios de la vida, pues aprenden a jugar y desarrollarse aunque las condiciones externas sean cambiantes. Puedes leer más sobre ello aquí y aquí.

3. FOMENTA LA CREATIVIDAD. En un día de lluvia se pueden hacer cosas distintas y las de siempre, se pueden hacer de otra forma. Se dibuja mejor con tronquitos sobre un suelo de tierra mojada que sobre uno seco, por ejemplo.

¿Y qué me decís de la nieve? ¿Cuántas cosas se pueden hacer con ella? Se pueden construir muñecos de nieve, iglús… ¿Y qué sensaciones ofrece? ¡Eso es algo que no se puede perder ningún niño!

4. APRECIAR MEJOR LOS CAMBIOS DE ESTACIONES. Últimamente hay una legión de niños que pasan de casa a la escuela, de la escuela a extraescolares y de ahí a casa de nuevo. Apenas han pisado la calle y mirado hacia el cielo. Viven los cambios de las estaciones a través de los clichés típicos que se transmiten en la escuela o en la decoración de los establecimientos… ¿pero de verdad observan que sucede ahí fuera?

Hay un montón de preguntas qué hacerse al aire libre, para aprender sobre las estaciones. Por ejemplo:

¿Sólo hay hojas marrones en otoño? ¿O sigue habiendo pinos verdes?

¿Cómo sobreviven los animales al invierno? ¿Qué comen? ¿Los hay que duermen hasta primavera?

¿En invierno siempre hace frío o al mediodía puede salir un sol calentito?

¿En qué época del año usan más las botas de lluvia?

5. SE FORTALECE SU SISTEMA INMUNOLÓGICO Y LES PROTEGE DE LOS VIRUS. ¿Sabías que realmente el frío no enferma? Precisamente uno de los motivos que hace que los niños enfermen más en invierno es el hecho de estar encerrados mucho tiempo con otros niños en espacios cerrados y con menor ventilación que en verano. Es un caldo de cultivo estupendo para la propagación de virus. Te enlazo aquí un artículo del blog Bebés y más que habla especialmente sobre el frío y los niños.

Pasar frío sí puede hacer bajar nuestras defensas y entonces somos más vulnerables a los virus, pero si salimos a fuera en invierno bien abrigados no hay que temer (hablo de niños sanos y como norma general). En breve te explico cómo nos vestimos en casa para jugar bajo la lluvia o en el frío.

6. POTENCIA QUE LOS NIÑOS HAGAN EJERCICIO. Ello les ayuda a dormir mejor, reduce la obesidad infantil y mejora el sistema inmune. ¿Qué más se puede pedir?

En resumen, aprovechar la oportunidad que nos brindan los cambios de estaciones para favorecer que nuestros hijos salgan afuera y aprendan a adaptarse a ellos es una gran idea. Los peques serán más resilientes y positivos en la vida. Además, vivimos en un país estupendo, sin el frío realmente peligroso que puede hacer en otras zonas del planeta, pero ni que ese fuera el caso… “los niños crecen sanos alrededor del mundo, vivan en el polo norte, vivan en el desierto o en los trópicos, y lo hacen estupendamente”, como dice Andrew McMartin, de Wildearth.org. Se trata de aprender a valorar cada situación y vestirse adecuadamente.

Espero que os animéis a salir con vuestros peques haga frío o llueva y no por ninguna de las 6 razones anteriores, sino por otra más importante todavía: ¡estrecharéis lazos saltando juntos los charcos más grandes que encontréis! ¿Te atreves a calzarte botas de agua de nuevo?

Abrazo,

Clara”

FUENTE: http://www.tierraenlasmanos.com/razones-para-jugar-afuera-cuando-llueve-o-hace-frio/

lunes, 25 de mayo de 2015

Poner límites a los niños no les traumatiza

Por Sara Tarrés:

“Somos muchos los padres que aún pensamos y creemos que poner límites a los niños es necesario para una buena educación, que tener y establecer unos límites claros en la familia y fuera de ella no les traumatiza ni les desequilibra. Es más, somos muchos los que creemos que los límites les ayudan a encontrar el equilibrio emocional que precisan para crecer. Sí, yo soy de la opinión y creo firmemente que los niños necesitan límites y normas en sus vidas y que a la larga no les genera ningún trauma si no todo lo contrario.

Mª Luisa Ferrerós en su libro “Castigado ¿es necesario?“, del que os he hablado recientemente, hace una reflexión muy acertada que yo comparto al 100% y dice algo similar a lo que yo expongo en la siguiente frase.

De igual modo que no dejamos que nuestros hijos de 7 años cojan las llaves de nuestro coche y se vayan a dar una vuelta porque no tienen las habilidades ni la madurez suficiente para hacerlo, tampoco deberíamos permitir que sean ellos quienes manejen nuestras vidas y que hagan todo cuanto quieran y deseen por la misma razón: no tienen la capacidad de razonamiento suficiente para saber qué, cómo ni por qué de muchas cosas. Esto nos atañe a lo padres, enseñar día a día qué, cómo y cuando además de por qué sí o por qué no.

desorden y niños.

Los niños pequeños no deberían decidir qué hacemos, cómo lo hacemos o dónde vamos.  Sí, cierto, sí debemos tenerlos en cuenta. Sí, podemos negociar algunas cosas pero quien tiene la última palabra siempre debe ser papá o mamá. Y decir no, poner límites, establecer normas, no generarán un trauma en nuestros hijos, todo lo contrario.  Los padres y madres lo deberíamos tener más claro, y digo esto porque creo que en algunos casos hemos perdido el sentido común y  a veces parece que tengamos que ser nosotros,  los padres, quienes debamos pedir permiso a nuestros hijos para hacer determinadas cosas o ir a determinados lugares. Llegados a este punto, vamos a hacer un alto en el camino y poner algo más de juicio al asunto.

Querer a nuestros hijos no significa dárselo todo, hacer todo cuanto nos piden y además de forma inmediata. No, no debemos confundirnos, nuestros hijos necesitan de unos padres que les guíen, que les eduquen, que les muestren la diferencia de lo bueno y de lo malo, que les digan no y que les enseñen el valor de las cosas, que aprendan el significado del esfuerzo y que en la vida no hay nada fácil. Poner límites no genera traumas ni graves problemas, el exceso de permisividad, el autoritarismo y la sobreprotección, sí.”

Fuente: http://www.mamapsicologainfantil.com/2015/05/poner-limites-a-los-ninos-no-les-traumatiza/

sábado, 16 de mayo de 2015

Neuroeducación, o cómo educar con cerebro

“Los recientes descubrimientos acerca de cómo funciona el cerebro están arrojando luz sobre los procesos de aprendizaje. Entender mejor cómo adquirimos nuevos conocimientos puede ayudarnos a mejorar las escuelas y el sistema educativo. Científicos y maestros comienzan a ir de la mano.

Si pudiéramos colarnos de puntillas en una clase de literatura de una escuela finlandesa, tal vez pensaríamos que los niños están en el recreo o haciendo una pausa. Porque no nos encontraríamos al profesor en la tarima explicando la obra de, pongamos por caso Shakespeare, y a los chicos tomando apuntes y escuchando. Nada eso. Muy probablemente, veríamos a los alumnos repartidos en pequeños grupos elaborando listas de música que funcionen de banda sonora para expresar los sentimientos de los personajes de Hamlet. O de Romeo y Julieta.

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Es sólo un ejemplo real de algo que la ciencia ahora ha demostrado y que muchos profesores y educadores ya comenzaron a intuir hace tiempo: que no aprendemos a base de memorizar conceptos, repitiendo y repitiendo, sino de hacer, de experimentar y, sobre todo, de emocionarnos. Y que si aprendemos en grupo, esos conocimientos perduran con mayor intensidad en la memoria.”

LEER ARTÍCULO COMPLETO

 

Fuente: https://cristinasaez.wordpress.com/2014/10/06/neuroeducacion-o-como-educar-con-cerebro/

sábado, 11 de abril de 2015

Autoestima infantil: 15 recomendaciones

Aquí tenéis algunas recomendaciones para fomentar la autoestima de los peques:

    • Estar presentes, tenerle en cuenta. Dedícales tiempo exclusivo, escúchales con atención cuando te hablen, mirándoles, dando muestras de que escuchas y te interesas.
    • Dales responsabilidades, fomenta su autonomía. Hay muchos aspectos de la vida cotidiana de un niño en que se le puede ofrecer autonomía. Por ejemplo, en sus hábitos diarios de higiene, alimentación, sus obligaciones, en la gestión de su tiempo de ocio… Déjales tomar pequeñas decisiones y elegir entre diferentes opciones acordes a su edad.
    • Facilita situaciones donde pueda relacionarse con diferentes niños.

    • Establece límites y sé consistente con ellos. Los límites dan seguridad, marcan el camino y los niños los necesitan.
    • No compares. Ni de forma negativa ni positiva. Le quieres y valoras por ser él mismo, no por ser mejor ni peor que otros.
    • No le etiquetes. Las etiquetas ( “el listo”, “el vergonzoso”, “el revoltoso”…) tanto en positivo como en negativo son perjudiciales. Una etiqueta en positivo puede generar ansiedad en el niño intentando cumplir siempre con tus expectativas y sintiéndose muy mal cuando no lo consigue.
    • Cuando tenga un mal comportamiento juzga las conductas y no al niño, no es lo mismo decir “que malo eres” que “está mal que empujes a ese niño”.
    • Déjale probar, explorar cosas nuevas, equivocarse. No le des las soluciones de manera inmediata, deja que lo intente y si fracasa normalízalo y hablad de qué podíamos haber hecho de manera diferente. Reconozcamos nuestros propios errores. Sé lo más específico posible a la hora de hacer halagos, es preferible decir “Me gusta mucho como has recogido todos tus juguetes” que “te has portado bien”. Es importante que el niño sepa exactamente qué es lo que te ha gustado y además son halagos más creíbles. No exageres.
    • Valora sobretodo el esfuerzo, no te limites a premiar el logro.
    • No le sobreprotejas. Mostrar excesivamente nuestro miedo a separarnos, a que intenten cosas nuevas… le puede trasmitir inseguridad.
    • No le critiques delante de otros, aunque parezca que no escucha.
    • Valida sus emociones.
    • Si tienes más hijos, intenta buscar, de vez en cuando un espacio individual a uno.
    • Y sobre todo, fomenta tu propia autoestima y autocuidado pues eres el mejor ejemplo que puede seguir.

 

lunes, 30 de marzo de 2015

No hagas los deberes a tus hijos: lee con ellos

Maite Gutiérrez en “La Vanguardia”:

El debate sobre los deberes escolares no tiene fin. En diciembre era la OCDE, a través de los datos del informe Pisa, quien aseguraba que dedicar más de cuatro horas semanales a estas tareas es ineficaz y apenas tiene frutos positivos en los resultados finales. Además, argumentaba la organización, agranda la brecha entre los alumnos más desfavorecidos y los que menos.

 
Ahora, otro análisis sobre la participación de los padres en la vida escolar da otra vuelta de tuerca a la cuestión: ayudar a los hijos a hacer los deberes presenta un impacto más bien bajo en el rendimiento académico en comparación con otros factores. En cambio, leer habitualmente con ellos, tener altas expectativas sobre sus posibilidades y, en general, interesarse por lo que hacen en la escuela está relacionado con mejores resultados.


El estudio Participación familiar y rendimiento académico (Educational Research Review), elaborado por investigadores de la Universidad Complutense de Madrid, del País Vasco, Internacional de La Rioja y la UNED, ha analizado 37 trabajos publicados sobre esta cuestión entre el 2000 y el 2013 y ha cuantificado el efecto de la implicación de los padres en las notas y el éxito académico de los hijos.


Primera conclusión: un mayor apoyo en las tareas escolares no implica que los niños saquen mejores notas. "Son los estudiantes con mayores dificultades educativas los que necesitan este refuerzo por parte de sus padres, pero no los demás", afirma Enrique Navarro, uno de los autores del estudio e investigador del grupo Neuropsicología Aplicada a la Educación.


"Ayudar a hacer las tareas escolares es positivo cuando el alumno tiene grandes dificultades en la escuela, entonces sí requiere apoyo, ya sea de sus padres o de un profesor", continúa María Castro, autora principal de la investigación. "Pero para el estudiante medio no se ha visto una relación causa-efecto significativa, no es necesario pasarse toda la tarde al lado del niño supervisando sus deberes".


Esta idea plantea la cuestión de qué tipo de tareas encargan los maestros a los niños: ¿Ejercicios repetitivos? ¿Problemas tan difíciles de resolver que requieren la atención de un adulto? Si están planteados para fomentar la autonomía del alumno, ¿no deberían ser capaces de hacerlos por sí mismos?


El estudio sí señala otras cuestiones con más impacto sobre los resultados. El primero, la lectura habitual con los hijos. Contribuye a desarrollar el gusto por los libros y a ampliar el vocabulario y la compresión lectora. Segundo, las expectativas que se ponen sobre ellos. No en el sentido de creer que son mejores que los demás, sino que pueden lograr lo que se propongan. Y tercero, mostrar interés por lo que hacen en la escuela o el instituto, cómo se encuentran en clase, qué estudian, quiénes son sus amigos, qué les gusta y qué no. El efecto de la implicación familiar aumenta con la edad de los hijos: en secundaria, más importante.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/vida/20150314/54428137509/no-hagas-deberes-hijos-lee.html